El divorcio es uno de los acontecimientos más estresores en la vida de una persona. Las emociones nos invaden de tal modo que todo se tambalea. Un tsunami emocional de rabia, miedo, angustia, culpa, tristeza, o alegría a veces… puede llegar a impedirnos pensar con claridad. Estos estados emocionales despliegan en nuestro cerebro una bioquímica tal que afecta a todo nuestro ser y determina nuestros pensamientos, comportamientos, relaciones, estado anímico, sistema inmunitario, etc.
Es normal que nos sintamos así, pero quedarnos atrapados en ello no ayuda nada, más bien al contrario. El objetivo puede ser conseguir cambiar estas emociones a otras emociones que nos permitan continuar con nuestra vida.
En muchos casos, el coaching emocional resulta beneficioso, te ayuda a que hagas este cambio desplegando tus propios recursos. Y una vez que consigues sentirte mejor, podrás percibir la situación de otro modo, y ver nuevas oportunidades y soluciones donde antes solo veías callejones sin salida. Todo empieza a recolocarse.
Recomendaciones
Para estos momentos, son recomendables las acciones que ayuden a instalarnos en otros estados emocionales como el ejercicio, la relajación y la meditación, por ejemplo. La serotonina, acetilcolina y las endorfinas que se segregan en nuestro cerebro nos colocan en el momento presente dejando a un lado los pensamientos anclados en el pasado y el futuro y proporcionándonos calma, sosiego, confianza y equilibrio.
La meditación nos permite contemplar nuestros propios pensamientos como lo haría un observador, sin crítica, sin enjuiciarnos. Descubrimos nuestros propios valores, y nos damos cuenta de qué es lo que verdaderamente merece la pena, lo que es valioso. También nos ayuda a desarrollar la empatía y comprender así mejor a los demás. Nos permite asimilar los acontecimientos en paz (que no es lo mismo que la resignación) y ver más allá sin engancharte en el conflicto (puedes ver lo conflictivo de la situación y de tus emociones, distinguiendo lo que es conflicto y lo que no, tu eres más que eso, tu no eres el conflicto). Igualmente nos ayuda a mejorar la concentración y la memoria.
Clave
En la gestión de los conflictos emocionales, la clave no está tanto en lo que nos pasa, sino en cómo nos sentimos con lo que nos pasa. Y según cómo tú te vinculas contigo mismo (cómo te sientes a ti, cómo te hablas a ti mismo, cómo te relacionas contigo mismo y con lo que te pasa, cómo te emocionas) tu actuación será un reflejo de ese vínculo.
la clave no está tanto en lo que nos pasa, sino en cómo nos sentimos con lo que nos pasa
Cuando te sientes presa de emociones muy activadoras (miedo, rabia, asco, culpa), hay que “aprender a sentir”, utilizando la actitud curiosa sobre tu cuerpo y la relajación. Este es un proceso más especializado que hay que entrenar, como un músculo. Como resultado, una nueva bioquímica se activará en tu cerebro y te llegará la tranquilidad, la seguridad. Has dejado de pensar y pasas a sentir.
nuestro bienestar depende de nosotros mismos
Al final, cuando todo pasa, o para que todo pase, el objetivo es sentirse seguro, sentirse segura y aunque surjan otras emociones, que podamos volver a la seguridad. Nuestro bienestar depende de nosotros mismos, no de los demás. No es que controlemos nuestras emociones, sino que nos conocemos, sabemos lo que nos pasa y podemos gestionarlo.
Desde la seguridad, aprendemos de lo que nos sucede, lo convertimos en experiencia. Y nos hacemos más fuertes.